La labranza tradicional del suelo con el uso del arado convencional es tan antigua como la agricultura misma y se remonta a tiempos inmemoriales (A. de C.) sin embargo, la labranza tradicional ha venido ocupando suelos con pendientes mayores a las recomendadas debido por una parte a la presión por obtener alimentos a partir de grandes tensiones de suelos que presentan una aptitud ganadera. Además, en muchos casos, pequeños agricultores se han visto en la necesidad de roturar suelos con fuertes pendientes, originando grandes pérdidas de suelos por erosión. Según Peralta (1974) el de los suelos de Chile, presentaban un cierto grado de erosión.