El problema no radica en si existe agua suficiente en el mundo, sino en aprovechar la que hay. Las fórmulas apuntan a no contaminarla, mejorar los sistemas de acumulación y aumentar la eficiencia en su uso. Pero todo ello no se logra por sí solo: la clave está en disponer de herramientas que permitan gobernar adecuadamente el recurso hídrico.