La contribución de la actividad agrícola a la emisión de gases con efecto invernadero y particularmente de CO2 va estrechamente ligada a una progresiva pérdida de materia orgánica y a procesos de degradación en los suelos (Smith, 2004). Un manejo sostenible del suelo puede favorecer los procesos de secuestración de C y reducir las emisiones de CO2 (Halvorson et al., 2002). La utilización de compost de residuos urbanos (CRU) representa una nueva fuente de materia orgánica, cuya aplicación agronómica contribuye a la rehabilitación y recuperación de los equilibrios ecológicos en suelos degradados, pero también constituye una fuente de emisiones de gases con efecto invernadero, particularmente CO2.