Las condiciones climáticas de los últimos años han acentuado la aridez en climas mediterráneos (DGA 2018a). En Chile, gran parte de su extensión es mediterránea, donde se ha desarrollado una mega sequía que ya alcanza 10 años (DGA, 2018b, 2019a). Los efectos de la aridez aumentada se han expresado con mayor fuerza desde Atacama hasta Los Lagos, entre los paralelos 25º y 40º S, afectando áreas de alta productividad socioeconómica y de gran riqueza medioambiental (DGA 2019b). Las proyecciones indican que el cambio climático acentuará estás condiciones hacia el 2050, generando periodos secos más largos, seguidos de periodos húmedos más cortos (DGA 2019c). En dicho contexto, la seguridad hídrica se ve desafiada, al igual que la prosperidad del país. Una de las regiones con mayor riesgo es Coquimbo, donde sus cuencas hidrográficas han sufrido un déficit cercano a -40 m3 /s, y se estima que al 2050 llegaría a -95 m3 /s (DGA, 2018a, 2016, 2014). De las cuencas en dicha región, la del río Limarí se enmarca como de alta incertidumbre hídrica, puesto que la base de información para la toma de decisiones está desactualizada, particularmente respecto al estado del acuífero en la cuenca.